Neoliberalismo fallido.
SAN SALVADOR-Nuestro país está al borde del estado fallido, dijo en su homilía el arzobispo metropolitano, no
solo lo pensó, sino que lo dijo y, además, en voz alta (sabiendo que los medios
de comunicación y todos los sectores de la vida nacional iban a hacer eco de su
voz); sus palabras dejaron anonadados a los miembros del gabinete, incluidos el
profesor Sánchez Cerén, vi, además, ciertos gestos de seriedad pero que eran
sarcásticos en el rostro del alcalde Quijano; ya ni se diga la cara feliz de
los opositores a la gestión del FMLN presentes en la misa. Parecía una
emboscada que nadie en CAPRES, y menos viniendo de donde vino, podía preverse
en aquella cita que sería un compromiso más al que asistir.
No me referiré a todos los debates generados por esta afirmación que
salió de la boca de un líder religioso que siempre, en las conferencias de
prensa y ante las preguntas de los periodistas, evita declarar en asuntos que
según su criterio son “técnicos”; pareciera que esta vez se sintió capacitado y
sí se atrevió a opinar pero a mi juicio le faltó, se quedó corto por cuanto no
dijo a qué estado fallido se refería, debió decir seguidamente en su homilía: El Estado liberal y neoliberal salvadoreño
no es estado fallido sino algo más grave: está agotado y no da para más. Cual
enfermedad se opone al estado socialdemocrático.
Tampoco voy a cuestionar la
propiedad del uso del concepto porque ya varios politólogos han definido
teóricamente el sentido práctico del concepto en mención.
Es un concepto
confuso (por ejemplo, en el país, ¿es la violencia y la inseguridad la causa
del estado fallido o es la injusticia económica propiciada por una elite
avorazada?), es ideologizado, por ejemplo, ¡en veinte años de gobierno de Arena
creo que nunca se habló de estado fallido!
Tampoco se habló de estado fallido
durante el conflicto armado de los 80´s más bien la denuncia era la de un
estado represor, un estado extra fuerte que usó la ley más allá de lo que le
correspondía, podría decirse que aquellos que piensan en clasificar a nuestro
país como estado fallido afirman un juicio falaz o por lo menos, su afirmación
es tendenciosa y manipuladora.
Decir que un estado es fallido no abona en nada a la solución de los
graves problemas que afrontamos y por el contrario contribuye a oscurecer la
atmósfera social; solo sirve para enrarecer los diálogos encaminados a buscar
consensos para seguir construyendo el estado salvadoreño.
Cuando se piensa en
un estado fallido seguramente se hace teniendo la referencia del concepto de
“Estado fuerte” y quizá se piense en Estados concretos a los que podemos
aplicarles ese concepto (USA, Japón, Alemania, Italia, etc.) pero eso es como
creer que existiese una receta política
como si fuese una prescripción válida para todos los países y en cualquier tiempo,
es mejor considerar que existen varias “políticas” del bien común y cada una de
ellas historizadas en sociedades concretas que no tienen porqué ser iguales en
sus desarrollos históricos.
Usar ideológicamente los conceptos políticos es una manera de
generar ingobernabilidad y esta sí que es un desafío permanente de los estados
y de los gobiernos de turno y hay que aprender a lidiar con ella. Afirma
Norberto Bobbio que, si entendemos la ingobernabilidad como la desproporción
entre las crecientes demandas que hace la sociedad civil y la capacidad que
tiene el sistema político para responder a ellas, en ese momento justamente se
empieza a generar esa sensación de incapacidad gubernamental.
Para Bobbio esta ingobernabilidad
es parte del costo de la democracia porque es justamente la misma democracia la
que en su desarrollo genera más participación y más espacios para exigir. Ante
esa situación Bobbio plantea dos salidas políticas.
1) La salida autoritaria
que busca disminuir forzadamente las demandas sociales. ¿Cómo hacer esto? La
salida autoritaria busca, desde el gobierno, restringir los espacios de
manifestación social; una tarea cada vez más difícil para el gobierno salvadoreño,
primero porque ya venimos de ese escenario político en los ochentas y la
mayoría de miembros del FMLN sufrieron en carne viva la represión de gobiernos
autoritarios y lucharon por cambiar ese aspecto antidemocrático. Sabemos que
ese no es el camino. Segundo porque hoy en día la globalización y las redes
sociales son incontrolables y no hay gobierno capaz de cerrar todos los espacios de expresión y
movilización.
2) Esta tiene que ver con avanzar hacia un régimen
socialdemocrático. Esta salida para El Salvador y para este gobierno consiste en
aceptar las demandas de los movimientos sociales y de la sociedad al mismo
tiempo que se lucha por reorganizar las instituciones del estado heredado de
doscientos años de historia liberal y neoliberal.
Se trata de asumir la reconstrucción de un Estado salvadoreño de
bienestar social en tiempos de la globalización. Intentarlo es un derecho que
tiene la izquierda salvadoreña y este gobierno debe continuar con los cambios. Superar
el estado fallido neoliberal es avanzar en la democracia salvadoreña.
Claro que
no será fácil superarlo y por eso sus defensores generan parte de la
ingobernabilidad que nos hace dudar de los avances.
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