La policía del pensamiento.
George Orwell era el apodo del periodista británico Eric Blair nacido en Bengala en 1903. Antes de dedicarse al periodismo, sirvió como policía Militar en la India. Con ideología izquierdista, al estallar la Guerra Civil Española en el 1936, se desplazó a España para luchar al lado de la republica.
Un tipo con un alto sentido crítico que le daría más de un quebradero de cabeza en el futuro.
De la novela 1984 publicada en 1949, podemos afirmar que los especialistas la han etiquetado como parte ejemplar del género de ficción distópica. Conceptos de gran importancia dentro del desarrollo de la obra son Gran Hermano o Hermano Mayor, Ministerio del Amor, La Policía del Pensamiento, la neolengua entre otros conceptos.
La trama de la obra se desarrolla en un estado totalitario dominado por el Gran Hermano o lo que es lo mismo el partido oficial dominante quien todo lo sabe, lo ve, lo oye, dice lo que hay que hablar y como decirlo, como expresarlo, solo el Gran Hermano sabe con certeza lo que la gente debe pensar y con qué palabras hay que decirlo. Se trata de una situación en la que el que piensa es el Gran Hermano o Estado omnipresente y representado y defendido por la Policía del pensamiento y por el Ministerio del Amor quienes no dudan en identificar y perseguir a cualquier disidente. A través del recurso de la neolengua se suprimen palabras de tal manera que se cumpla el principio de que lo que no está en la lengua no puede ser pensado. En el estado totalitario todo lo que hace el Gran Hermano es para mantener el poder, el poder constituye el valor absoluto y por ende una vez obtenido hay que hacer lo que sea necesario para retenerlo y sacrificar todo aquello que amamos para conservarlo. En aras de mantener el poder hay que supervisar y vigilar la actividad de las personas para evitar cualquier sedición o rebeldía ante lo establecido por el Hermano Mayor. Winston Smith, el protagonista, aparece inicialmente como símbolo de la rebelión contra este poder monstruoso, pero conforme el relato avanza está cada vez más cazado por este engranaje, omnipotente y cruel lleno del pensamiento único.
Por su análisis del poder, de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes que he leído. Eso no es todo.
Nosotros (Barcelona: Seix Barral, 1972) del ruso Yevgueni Zamyatin; Un mundo feliz (Madrid: El País, 2003) de Aldous Huxley y 1984 (Barcelona: Destino, 1984) de Orwell conforman una tríada de lecturas cuyos temas comparten el pesimismo radical por las ideas políticas llevadas por senderos no deseados o no buscados.
Estas tres novelas muestran un sistema de vida radicalmente distinto en la forma de "lavar" el cerebro a sus habitantes pero idénticas en el fondo, que es el dominio absoluto del individuo por parte del estado. A veces por el miedo como "1984", a veces por el placer como "Un mundo feliz".
Traigo todo este “rollo” de Orwell y de 1984 por dos razones: una tiene que ver con mis clases de filosofía y comunicaciones donde trato de hacerles ver a los estudiantes del poder del lenguaje para configurar la mentalidad social con recursos como la “neolengua” donde una estrategia es suprimir vocablos o conceptos cuyo significado y, sobretodo, el pensar sobre ellos compromete la seguridad del Estado. Un ejemplo claro de esta neolengua se puede ver en una escena de la película La vida de los otros (2006) cuando en una conversación entre el ministro de cultura y el dramaturgo Dreyman hablan sobre la censura que el Estado le ha impuesto al director Albert Jerska, entonces Dreyman le menciona al ministro la cuestión de “una lista negra” a lo cual responde tajantemente el ministro: ¡aquí no hacemos eso! –debe elegir con más cuidado sus palabras- y esto es orwelliano y es justamente un régimen totalitario el telón de fondo de La vida de los otros.
La otra razón es por la columna de Amparo Marroquín donde escribe sobre su reciente visita a Nicaragua y donde se enteró de la censura que sufrió la artista de las artes visuales Sarah Pistorius, quien participó en la exposición Mujer y arte, ella presentó dos cuadros: La muchacha que ganó la carrera (siempre con vos), en donde presenta el plano medio de una chica vestida en una camiseta en la que destaca el logo de la compañía telefónica MoviStar y el cuadro Sandino United Colors of Benetton, que muestra a un joven Sandino en primer plano, vestido con un suéter de cuadros de la marca Benetton, según el informe de Marroquín.
La cuestión es que el cuadro de Sandino fue retirado de la exposición y esta es la razón de ello: “no era adecuado que el héroe nacional Augusto C. Sandino apareciera con un suéter de la compañía extranjera de ropa”, presentar de esta manera a Sandino “es una falta de respeto”. Esa es la voz del Hermano Mayor, y es la vigilancia de la Policía del Pensamiento la que pronta y eficazmente actúa para salvar un héroe mítico que es patrimonio del estado totalitario.
Cada vez pienso que caracterizar 1984 como ficción distópica es injusto e ilógico ya que realidades como las antes descritas suceden por doquier.
Amparo Marroquín en su artículo “Sandino y los límites de lo nacional” se pregunta ¿Quien tiene el derecho de decidir que palabras no se dirá? De la mano de Orwell puedo responderle a Marroquín que ya en Nicaragua se ha fundado y establecido el Ministerio del Amor, organismo encargado de limpiar el país de “indeseables librepensadores”.
El Gran Hermano sabe cómo vestir apropiadamente al magno héroe los demás como Sarah debemos acatar su visión de Sandino y de cómo imaginarlo en estos tiempos de globalización.
La vigencia y actualidad de novelas como 1984 nos deberían motivar para hacer un ejercicio de autocrítica para medir sí es que no estamos haciendo realidad lo inimaginable en política o en otros ámbitos de la vida cotidiana, y si es así, desterremos la ficción distópica…
Un tipo con un alto sentido crítico que le daría más de un quebradero de cabeza en el futuro.
De la novela 1984 publicada en 1949, podemos afirmar que los especialistas la han etiquetado como parte ejemplar del género de ficción distópica. Conceptos de gran importancia dentro del desarrollo de la obra son Gran Hermano o Hermano Mayor, Ministerio del Amor, La Policía del Pensamiento, la neolengua entre otros conceptos.
La trama de la obra se desarrolla en un estado totalitario dominado por el Gran Hermano o lo que es lo mismo el partido oficial dominante quien todo lo sabe, lo ve, lo oye, dice lo que hay que hablar y como decirlo, como expresarlo, solo el Gran Hermano sabe con certeza lo que la gente debe pensar y con qué palabras hay que decirlo. Se trata de una situación en la que el que piensa es el Gran Hermano o Estado omnipresente y representado y defendido por la Policía del pensamiento y por el Ministerio del Amor quienes no dudan en identificar y perseguir a cualquier disidente. A través del recurso de la neolengua se suprimen palabras de tal manera que se cumpla el principio de que lo que no está en la lengua no puede ser pensado. En el estado totalitario todo lo que hace el Gran Hermano es para mantener el poder, el poder constituye el valor absoluto y por ende una vez obtenido hay que hacer lo que sea necesario para retenerlo y sacrificar todo aquello que amamos para conservarlo. En aras de mantener el poder hay que supervisar y vigilar la actividad de las personas para evitar cualquier sedición o rebeldía ante lo establecido por el Hermano Mayor. Winston Smith, el protagonista, aparece inicialmente como símbolo de la rebelión contra este poder monstruoso, pero conforme el relato avanza está cada vez más cazado por este engranaje, omnipotente y cruel lleno del pensamiento único.
Por su análisis del poder, de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes que he leído. Eso no es todo.
Nosotros (Barcelona: Seix Barral, 1972) del ruso Yevgueni Zamyatin; Un mundo feliz (Madrid: El País, 2003) de Aldous Huxley y 1984 (Barcelona: Destino, 1984) de Orwell conforman una tríada de lecturas cuyos temas comparten el pesimismo radical por las ideas políticas llevadas por senderos no deseados o no buscados.
Estas tres novelas muestran un sistema de vida radicalmente distinto en la forma de "lavar" el cerebro a sus habitantes pero idénticas en el fondo, que es el dominio absoluto del individuo por parte del estado. A veces por el miedo como "1984", a veces por el placer como "Un mundo feliz".
Traigo todo este “rollo” de Orwell y de 1984 por dos razones: una tiene que ver con mis clases de filosofía y comunicaciones donde trato de hacerles ver a los estudiantes del poder del lenguaje para configurar la mentalidad social con recursos como la “neolengua” donde una estrategia es suprimir vocablos o conceptos cuyo significado y, sobretodo, el pensar sobre ellos compromete la seguridad del Estado. Un ejemplo claro de esta neolengua se puede ver en una escena de la película La vida de los otros (2006) cuando en una conversación entre el ministro de cultura y el dramaturgo Dreyman hablan sobre la censura que el Estado le ha impuesto al director Albert Jerska, entonces Dreyman le menciona al ministro la cuestión de “una lista negra” a lo cual responde tajantemente el ministro: ¡aquí no hacemos eso! –debe elegir con más cuidado sus palabras- y esto es orwelliano y es justamente un régimen totalitario el telón de fondo de La vida de los otros.
La otra razón es por la columna de Amparo Marroquín donde escribe sobre su reciente visita a Nicaragua y donde se enteró de la censura que sufrió la artista de las artes visuales Sarah Pistorius, quien participó en la exposición Mujer y arte, ella presentó dos cuadros: La muchacha que ganó la carrera (siempre con vos), en donde presenta el plano medio de una chica vestida en una camiseta en la que destaca el logo de la compañía telefónica MoviStar y el cuadro Sandino United Colors of Benetton, que muestra a un joven Sandino en primer plano, vestido con un suéter de cuadros de la marca Benetton, según el informe de Marroquín.
La cuestión es que el cuadro de Sandino fue retirado de la exposición y esta es la razón de ello: “no era adecuado que el héroe nacional Augusto C. Sandino apareciera con un suéter de la compañía extranjera de ropa”, presentar de esta manera a Sandino “es una falta de respeto”. Esa es la voz del Hermano Mayor, y es la vigilancia de la Policía del Pensamiento la que pronta y eficazmente actúa para salvar un héroe mítico que es patrimonio del estado totalitario.
Cada vez pienso que caracterizar 1984 como ficción distópica es injusto e ilógico ya que realidades como las antes descritas suceden por doquier.
Amparo Marroquín en su artículo “Sandino y los límites de lo nacional” se pregunta ¿Quien tiene el derecho de decidir que palabras no se dirá? De la mano de Orwell puedo responderle a Marroquín que ya en Nicaragua se ha fundado y establecido el Ministerio del Amor, organismo encargado de limpiar el país de “indeseables librepensadores”.
El Gran Hermano sabe cómo vestir apropiadamente al magno héroe los demás como Sarah debemos acatar su visión de Sandino y de cómo imaginarlo en estos tiempos de globalización.
La vigencia y actualidad de novelas como 1984 nos deberían motivar para hacer un ejercicio de autocrítica para medir sí es que no estamos haciendo realidad lo inimaginable en política o en otros ámbitos de la vida cotidiana, y si es así, desterremos la ficción distópica…
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