Una sociedad sin praxis social...
San Salvador-Me refiero a que
la praxis social es la transformación de las estructuras sociales y
políticas y de las instituciones que hemos creado -consciente o
inconscientemente- a partir de nuestra posición de clase.
Como sujetos sociales estamos
ensimismados, viéndonos al ombligo, no levantamos la vista al
entorno, no ensanchamos la mirada para comprender la irracionalidad
de lo racionalizado.
No alcanzamos a ver que esa irracionalidad nos
está orillando -como personas- del circuito natural de la vida
humana. Es bastante general la idea entre los teóricos de que en
Marx la categoría de
praxis es
compleja, es al mismo tiempo una y diversa; en
términos generales la praxis es una actividad propiamente del ser
humano que se hace a sí mismo simultáneamente al transformar la
naturaleza y la sociedad, así es como nos historizamos diría
Ellacuría.
Está en boga que se exija
hablar de la ética de la economía, de la ética y desarrollo y aquí
surgen dos enfoques, por un lado la ética de la empresa o de cómo
ellos entienden la ética y por otro lado, el enfoque desde la
corrupción de los políticos lo cual implica la exigencia de la
transparencia en política. Y así, desde esos dos enfoques, todo nos
está llevando a centrarnos en las decisiones a nivel micro o sea en
la acción sea personal o grupal de individuos, empresas, partidos,
oenegés, etc.
Aquí es donde nos deslizamos como sujetos sociales críticos ya que renunciamos a evaluar y cuestionar la ética de las instituciones o estructuras que conforman los sistemas, que son las que realmente nos impiden humanizarnos en tanto que nos limitan el acceso al circuito natural de la vida humana.
Recordemos que el gran teólogo
B Lonergan en su estudio de la comprensión humana, nos ilustraba
sobre la importancia de considerar el bien en tres niveles. El primer
nivel del bien es del objeto
de deseo,
este
opera más en lo personal;
el segundo nivel del bien es el orden
siendo
la política y la economía un ejemplo de ello, según Lonergan este
nivel del bien corresponde a la condición humana de crear instancias
racionales no en función de controlar la naturaleza sino más bien,
para controlar al hombre mismo.
El
tercer nivel el bien
de valor o bien incondicionado el cual trasciende los bienes
particulares o personales simultáneamente engloba a los bienes de
orden dado que en este nivel, en tanto que sujetos racionales,
elegimos, optamos y valoramos satisfacer unos apetitos y no otros;
aprobamos un ordenamiento y rechazamos otro. Desde este tercer nivel
de Bien de valor
ciertos
bienes de orden pueden ser valorados como desorden y por tanto como
estructuras injustas.
El problema es que como actores de
transformación social no estamos ubicados en este nivel de
pensamiento y de acción, estamos cuestionando el nivel de la
satisfacción desmesurada de los deseos de algunas personas, otros
están cuestionando la corrupción en la política o la desigualdad
de la economía y su funcionamiento pero no queremos o no podemos
transformarlas radicalmente sino que, sabiendo que son corruptas y que
esos ordenes son injustos, insistimos en orientarnos por ellos mismos,
no queremos tocar el corazón de la perversidad, queremos que las
personas y las instancias que regulan su socialidad cambien sin
cambiar la estructura social (sistema capitalista) que está a la
base y que dan sentido a sus vidas.
Hay una Totalidad llamada capitalismo salvaje con una eticidad que no queremos tocar.
Hace varios años en la
encíclica Sollicitudo Rei Socialis Juan Pablo II mencionaba por lo
menos tres razones para calificar éticamente (consiguientemente para
rechazarlos) esos mecanismos económicos perversos: primero por su
relación con la libertad humana, pues hay más libertad para el que
goza de una economía desarrollada y menos para la economía
subdesarrollada; segundo, por sus consecuencias, es nefasto como el
automatismo económico agudiza las diferencias sociales entre un
grupo minoritario y otro mayoritario y finalmente, una tercera razón,
porque ese sistema está marcado por un profundo rasgo antihumano que
reduce el ser humano a mera máquina, el ser humano desde el sistema
económico imperante es un ser egoísta, una suma de deseos
ilimitados y para satisfacerlos hará cualquier aberración, se trata
de la superviviencia del más fuerte.
No se trata de renunciar a
autoevaluarnos como individuos sino que de recuperar la crítica del
sistema económico que se da por supuesto como pilar de cualquier
ordenamiento personal o social.
Es
necesario que todos nos propongamos conocer mejor la realidad social,
que ese conocimiento vaya acompañado de una crítica a esa realidad
y que al menos ofrezca un proyecto para su transformación algo que
por el momento no se visualiza.
Publicado en CoLatino el 16 de Feb., http://www.diariocolatino.com/una-sociedad-sin-praxis-social/
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