Rápido, rápido antes que razonemos...
SAN SALVADOR- (7-07-13) En la película Madagascar 2 hay una parte en la que el rey Julien -un lémur auto-nombrado líder que le encanta que “otros hagan lo que él quiere”- pide un voluntario para ser sacrificado a los dioses para que el agua vuelva a inundar el valle seco y así por medio del sacrificio de uno vivan muchos que gozarán del agua de la vida. Una jirafa se ofrece para el sacrificio y varios secuaces del rey la cargan para llevarla al volcán y lanzarla como ofrenda. A todo eso la comunidad de animales grita y se escucha un jolgorio de alegría y otros también lloran al ver a su compañero que es llevado al matadero. Justamente allí el rey Julien susurra a uno de sus esbirros: apúrense antes que razonemos. Es justamente lo que nos pasa a los salvadoreños -y parece que a los hondureños también les está pasando ya- con la tal “tregua” entre las pandillas MS 13 y Barrio 18; las caras más visibles (un obispo, un ex guerrillero y un polémico columnista) defienden a toda costa la necesidad de apoyar y continuarla porque constituye una oportunidad para otro acuerdo de paz. Raúl Mijango en su calidad de mediador llegó a decir que los que no apoyan la tregua quieren sangre y más muertos.
El nuevo ministro Ricardo Perdomo giró instrucciones de retirar los supuestos privilegios que los pandilleros recluidos en centros penales tenían como parte de las condiciones para “negociar” y contribuir a la reducción de muertes. Como crecí en una zona caliente como es la Chacra, personalmente conozco toda esa franja de colonias que se levantan a las orillas del río Acelhuate y quiero decir que llego frecuentemente a visitar a mis amigos y algunos parientes que todavía sobreviven allí; puedo decir que la muerte no es lo más importante para esta gente porque saben que no existen, como dijo el poeta Roque Dalton “todos nacimos medio muertos en 1932” pero la diferencia es que allí en la Chacra la gente sigue naciendo medio muerta todavía hoy en el siglo 21 esto porque sigue sin tener acceso a los medios para vivir, ellos son “la marginal”.
Recuerdo que en tiempos de la guerra la piocha, la guardia, la “jura” llegaban y al que reconocían como ratero, marihuanero, huelepega, verguiador de mujeres o chiviador se lo llevaban al “coro” a pegarle una gran taleguiada que los dejaba sus ocho días a puro atolito. Quiero decir con esto que mal que bien la autoridad hacia su trabajo, tenían el control de la delincuencia, cosa que hoy la gente de allí extraña. Y esto que en la zona hay mucha gente involucrada en la Iglesia ya sea como agentes de pastoral o misioneros. En estas condiciones hay más miedo de la “renta” y de la constante impunidad con la que operan los pandilleros a cualquier otra cosa.
Aunque muchos no lo crean esa gente “del hoyo” o de “la línea” son más trabajadores que cualquiera de los empresarios socios de la Anep, son más “emprendedores” que muchos de los grandes comerciantes afincados en este país que se venden como exitosos “entreprenuers”, sin embargo, ahora esa gente que debería ser protegida por el Estado, porque tiene derecho a la seguridad ciudadana, camina con miedo por los pasajes que los llevan al boulevard Venezuela, o peor caminar hacia las colonias Santa Marta, Credisa o Amatepec.
La mayoría de esa gente son pequeños negociantes, trabajadores por su propia cuenta (panaderos, zapateros, lavanderas, mecánicos, etc.) jornaleros, también operarias de maquilas y locatarias del mercado y ahora están vilmente sometidos a la ley de las pandillas. Es triste que tengan que dar sus pocos ingresos y que nadie los auxilie, para esta gente el cambio políticamente hablando es una farsa. Nadie se identifica con esta violencia porque es irracional, pero los de la tregua insisten en su racionalidad y nos apuran como el rey Julien. No podemos tener paz a costa del sacrificio de estos vecinos que lo único que hacen es trabajar y trabajar ayer, hoy y siempre sin que nadie los proteja.
(*)Columnista de ContraPunto
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