La recuperación de lo económico desde el corazón de la economía.
En
este escrito de homenaje al maestro Aquiles Montoya me propongo demostrar el
profundo carácter humanizante que de la economía tenía este gran cientista
social. Ciertamente hay en América Latina, una tradición de pensamiento
económico con fuerte acento crítico y consiguientemente, liberador o
emancipador como usted guste llamarlo. En esa corriente de pensamiento crítico
de la economía se inserta el maestro Aquiles con su producción teórica
vinculada a sus investigaciones de campo.
I. El carácter
marxista.
El mismo se autodenominaba marxista, justamente en una de sus
contribuciones para el diario digital en línea, ContraPunto[1]
nos explicaba la razón de ello a partir de la respuesta a una simple pregunta: ¿Por qué
estudiar a Marx? Y la respuesta decía que era por un juicio muy sencillo:
porque el capitalismo aún existe y para comprender la realidad esencial del
modo de producción capitalista. Las características del capitalismo antihumano
no solo no han desaparecido, además, con la globalización, se han profundizado
y extendido al mundo entero: tenemos más desempleo, más desigualdad y los
niveles de acumulación de dinero en pocas personas son escandalosos amen del
daño ecológico. Como estudioso y conocedor de la obra de Marx, Aquiles había
analizado a profundidad y con-ciencia el pensamiento de Marx y de ello concluía
la actualidad y vigencia. No era marxista porque compartía una doctrina anquilosada ni tampoco era
marxista por ser miembro de una estructura político partidaria en el poder que
lo protegiera. Era marxista en el sentido de recuperar el pensamiento crítico y
emancipador de Marx que se postula, tal como lo señala Hinkelammert, como un
pensamiento en términos de resistencia y
alternativas frente al poder[2].
Por otra parte,
no creía en cualquier marxismo, sino en aquel marxismo
radical. No hay que entenderme cuando
digo radical que me refiero al marxismo ortodoxo.
Su radicalidad tiene que ver, en primer lugar, con el respeto intelectual hacia
Marx. Ya hemos dicho que no tenía el visto bueno de ningún poder político, tampoco
era un simple repetidor de teorías o de autores sino un gran conocedor de Marx
del Capital; Aquiles se fue a la
fuente primaria no se quedó en las interpretaciones, fue al tronco y a la raíz
de la teoría y no se conformó con la sombra de las ramas que protegen de las
críticas. Como cualquier académico riguroso sabía que todo clásico hay que
rehacerlo y transformarlo e interpretarlo desde la propia realidad, ahora bien,
cuando uno se da a la tarea de reinterpretar y actualizar es susceptible de ser
criticado y Aquiles sufrió esta crítica, sabía que eran los gajes del oficio.
En segundo lugar, en su radicalidad hay
una opción ética, a partir de su conocimiento de la teoría y de la realidad
capitalista; estaba con la firme convicción -en lo teórico y empírico- que el
sistema capitalista era inviable para una sociedad más humanizante y por ello
no creía en reformas ni en movimientos reformistas del sistema, sino en cambios
radicales y por ello necesariamente revolucionarios.
Tampoco
creía que ser revolucionario era simplemente cuestión de “darle vuelta a la
tortilla” como algunos ingenuos creen de las personas utópicas. Pensaba en la
posibilidad de una revolución o cambio “desde abajo”, esto es, desde los trabajadores. Y pensaba que desde
ellos, en cuanto y en tanto, sujetos se
podría llegar a construir una sociedad alternativa a partir de la predominancia
del sector trabajo[3].
Se trataba de una idea utópica pero que
es posible llevarla cabo, es empíricamente posible y no es excluyente como
ocurre con la economía capitalista donde se privilegia únicamente la
maximización de utilidades a toda costa. En término de los sujetos del cambio, coincidía
con Ignacio Ellacuría; aunque específicamente este hablaba de mayorías populares, como sujeto
histórico y gestor de una nueva civilización del trabajo[4].
II. El
fundamento de la economía.
Quiero
explicar antes de proseguir qué entiendo por lo económico: me refiero a la economía como ámbito de reproducción
de la vida humana y de las condiciones que la hacen posible. Cuando se concibe
a la economía como el ámbito de la reproducción de la vida humana, lo económico es la reproducción de la
vida humana, lo económico no es la eficiencia o simplemente aquello que resulte
de la competencia entre actores racionales que operan dirigidos por los
criterios de la relación entre medios-fines. Para que sea económico hay que
someter el criterio de la racionalidad medio-fin al criterio de la vida-muerte
del ser humano. Nuestro pensador llega a concluir que la economía capitalista
al absolutizar el valor de la eficiencia y de la competencia que opera como una
mano invisible, olvida el fundamento
de cualquier valor: el ser humano. Por ello llega a concluir que la economía
capitalista no satisface las necesidades humanas y consecuentemente nuestro
autor propone una alternativa:
Un modelo
alternativo de y para las mayorías populares, en los ámbitos económico, social,
político, cultural y ecológico, fundamentado en su propio esfuerzo organizativo
y solidario, que tiene como finalidad resolver sus problemas ambientales, de
pobreza y exclusión social, tanto en el campo como en la ciudad, y contribuir a
la eliminación de las causas que los generan[5].
Alguno
puede preguntarse ¿Cómo es posible que diga que el maestro Aquiles se empeñe en
una recuperación de lo económico? ¿No
será que en vez de recuperar lo económico trata de recuperar al ser humano de
la vorágine capitalista? La respuesta es que no se puede recuperar al ser
humano al margen de una institución económica o escindida del Estado por
ejemplo. La institución económica no está separada de la condición humana y así fue en el pensamiento humanista hasta el
siglo XVIII, cuando se referían a la economía política. Es a partir de ese siglo que la economía es concebida
como mera administración de la escasez. Se abandona la responsabilidad de
garantizar la vida humana por medio de satisfacer las necesidades que el ser
humano como sujeto exige y se enfoca ahora en la pura administración racional
de unos recursos escasos frente a una demanda siempre en aumento. Desaparece el
ser humano como sujeto de necesidades concretas, y en cambio, surge un ser
humano como sujeto de preferencias. El profesor Montoya sabía que esa
reconceptualización de la economía tuvo consecuencias funestas de cara a la
vida humana. Entonces, ahora la pregunta es: ¿Cómo volvemos a una economía más
humana, más humanizante? La idea de recuperar o rescatar al ser humano no puede
ser tarea de algunos iluminados sino que debe iniciarse desde sí mismo como
sujeto de una praxis inhumana, es el mismo sujeto oprimido el que tiene que
gestionar su propia recuperación y dignificación creando nuevas formas de
relacionarse socialmente en un nuevo proyecto de sociedad y economía que don
Aquiles llamaba economía solidaria. Afirmaba
que en nuestro país y en varios lugares del mundo actual existen experiencias[6]
que poseen elementos propios de aquella economía: asociatividad, autogestión,
solidaridad, propiedad asociativa y racionalidad económica reproductiva[7].
III. Un ejercicio intelectual que da
esperanza.
Nuestro
autor homenajeado se inserta en esa tradición de pensadores que siendo muy
realistas no cayeron en el error de socavar el carácter utópico del ser humano;
no obstante, Aquiles vivió en la profundidad de la cultura de la desesperanza cuyo
rasgo principal es que ha perdido la capacidad de pensar un mundo mejor y que
por oposición, propone la total aceptación de la realidad del mercado y la
actual organización económica, por ejemplo Dahl:
Durante los dos
últimos siglos socialistas, planificadores, tecnócratas y muchos otros
alimentaron visiones en las que los mercados serían amplia y permanentemente
reemplazados por procesos más justos, mejor ordenados y planificados, de toma
de decisiones económicas sobre la producción, el establecimiento de los
precios, y la distribución de bienes y servicios. Estas visiones prácticamente
se han desvanecidos en el olvido. Con independencia de los defectos que pueda
tener una economía de mercado, parece ser la única opción para los países
democráticos en el nuevo siglo[8].
El
profesor Montoya nunca se creyó este discurso ideológico cuya pretensión es
hacernos creer que no hay más alternativa para las sociedades democráticas que
terminar siendo sociedades de mercado.
Lo cual es un absurdo como bien apuntaba otro gran académico, el padre Ibisate,
que insistía que puede haber economías de mercado pero nunca sociedades de
mercado dado que, además de los mercados, la sociedad necesita instituciones
con fines sociales como la libertad política y la justicia social[9].
Es un hecho que desde la visión conservadora de la sociedad y de la
economía hemos alcanzado lo que Fukuyama tildó como el fin de la historia[10]:
no hay más allá de la economía capitalista de mercado. Pese a que hay una
tensión creciente entre la democracia y aquella economía, de acuerdo al
pensamiento conservador, la balanza ya se inclinó a favor del mercado y la
democracia debe adaptarse a esa condición sine
qua non. En medio de tanto pesimismo utópico el maestro Montoya se aferró a
la idea de que las cosas podían cambiarse procesualmente desde abajo. Desde la propia raíz del sistema: el sujeto humano y
su fuerza de trabajo. Los innumerables trabajos que publicó en revistas
nacionales e internacionales, sus textos y otras contribuciones tienen todos
ellos una característica: generar esperanza en un ambiente intelectual desesperanzador
que construye la realidad social con anteojos que sólo ven economía capitalista.
En realidad, Aquiles descubrió que había importantes ejercicios de economía
solidaria y se invisibilizan. En sus escritos las referencias a praxis típicas
de economía solidaria abundaban: en el Bajo Lempa, en parroquias como Calle Real,
San Bartolo, en la Chacra, en Guazapa, en San Miguel; en el área internacional,
menciona Singapur, Chile, Brasil, Colombia y Nicaragua; por mencionar algunos
de los lugares donde concretamente hay brotes, gérmenes de esta nueva
configuración económica. Ojalá que las generaciones de economistas que coadyuvó
a formar retomen su legado intelectual al servicio de la construcción de una
sociedad más justa, más solidaria.
Publicado en revista Realidad 131 Enero-Marzo 2012.
[1] Montoya, A. ¿Por qué
estudiar a Marx? En ContraPunto, edición del 22 de febrero 2011. En línea: http://www.contrapunto.com.sv/columnistas/por-que-estudiar-a-marx
[2] Hinkelammert, F. El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la
globalización. Ed. LOM, Santiago de Chile, 2001. Pág. 259-260.
[3] Cf. Departamento de
Economía (UCA): Economía solidaria. Grupo
Bajo Lempa. Editorial: sin identificación, San Salvador, 2005. Pág. 1-2.
[4] Ver para este punto
especialmente Montoya, A. La nueva
economía popular. Una aproximación teórica. Uca. Ed. San Salvador, 1993.
Pág. 46-47.
[5] Ibíd. Pág. 42
[6] Ver: Montoya,
A. La nueva economía popular. Una
aproximación empírica. Uca. Ed. San Salvador, 1994. Págs. 13 a 108.
[7] Cf. Departamento de
Economía (UCA): Economía solidaria. Grupo
Bajo Lempa. Op.Cit. Pág. 16-22.
[8] Dahl, R. La democracia. Una guía para los ciudadanos.
Taurus, Madrid, 1999. Pág. 204-205.
[9] Ibisate, F. J.: “La
estrecha ruta hacia la globalización de la solidaridad” Estudios Centroamericanos ECA, 673-674, Uca Ed., San Salvador, 2004,
pág. 1262.
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