Realidad social y la salud mental.
Realidad social y la salud mental.
Moisés Gómez (*)
SAN SALVADOR-Desde hace muchos años tengo la costumbre de proponerme cumplir un propósito bastante fácil de redactar pero no tan fácil de llevarlo a la realidad. El propósito es no dejar que el miedo me gane la voluntad. Me refiero concretamente a vivir la vida como si este fuera un país que celebra la vida, que da oportunidades para cada uno de los más de 300 habitantes por km2 que somos. Quiero salir de casa a trabajar y pensar que volveré con bien a ella a la hora que termine de realizar mis labores. No voy a llenar mi cabeza con pensamientos fatalistas, mucho menos voy a dejar que mis sentidos me engañen cuando vea que un par de muchachos jóvenes con plante de universitarios suban al bus sin pagar su respectivo pasaje.
El hecho que se suban a la unidad y pasen por encima de la máquina para contar pasajeros no debe hacerme sentir inseguro. Me gusta ir al parque de las colonias Centroamérica, Miramonte, Toluca y Atlacatl y sólo porque el año pasado me abrieron el carro (en el de la Miramonte) y robaron las herramientas para reparar llantas, un viejo radio y una hielera no significa que siempre será así; por lo tanto este año iré a jugar basquetbol como lo he hecho una vez a la semana cada vez que puedo. Sé que este año no iré a darle mi más sentido pésame por la pérdida irreparable, a manos de la vorágine y epidémica ola de asesinatos, a ningún familiar o conocido de mis parientes cercanos, vecinos o compañeros de trabajo. Espero que tampoco nadie me llore (sería patético).
Voy a asumir que somos una sociedad que se comprometió a vivir en paz hace ya 20 años y que si fuimos capaces de dialogar entre dos bandos con ideologías tan antagónicas, hoy esta generación será capaz de reconocer que los jóvenes pandilleros son la punta del iceberg, son los síntomas de una sociedad cuyo diagnóstico fatal ya lo sabemos pero no queremos asumir los costos del tratamiento; ellos tienen una demanda que quizá no hemos escuchado y/o entendido bien lo que nos tienen que decir con su comportamiento social. No hay diálogo sino un monólogo y una sordera intencional que nos afecta a todos: personas, comunidades, iglesias, empresas privadas e instituciones estatales. Pero tengo la firme convicción que este año será diferente. Es obvio que no todos pensamos así. La UCA como parte de su proyección social y a través del IUDOP desde hace más de 25 años se ha dado a la ingente y difícil tarea de interpretar la percepción de la realidad social, por ejemplo, en el Boletín de prensa año XXIV n° 5 “La victimización y la percepción de inseguridad en El Salvador en 2009” nos decía en resumen: “La encuesta del IUDOP preguntó también sobre el sentimiento de inseguridad en diversos lugares donde transcurre la cotidianidad de la gente. Al respecto, a excepción del propio hogar, el resto de lugares por los que se consultó son considerados inseguros por más de la mitad de la gente. Los sitios donde la gente declaró sentirse más insegura son el bus (90 por ciento), el mercado (80.5 por ciento), las plazas públicas y parques (78 por ciento) y el centro de la ciudad donde vive (67.1 por ciento). En otras palabras, los lugares donde la gente experimenta mayor desprotección frente a la delincuencia son los espacios públicos; sin embargo uno de cada tres personas dijo sentirse insegura en su propia casa.” Dos años después la cosa está de mal en peor. El mismo Instituto en su Boletín Año XXVI N° 2 revela que los resultados de la encuesta para conocer como Los salvadoreños y salvadoreñas evalúan la situación del país a finales de 2011 y opinan sobre las elecciones de 2012 concluye que: “Al pesimismo sobre la situación económica, se suma la elevada preocupación de los ciudadanos y ciudadanas por el aumento de la criminalidad. Al ser consultados sobre la delincuencia en 2011, el 76.4 por ciento piensa que aumentó, el 18.3 por ciento opina que siguió igual, mientras que sólo el 5.3 por ciento de los ciudadanos considera que el crimen disminuyó en 2011. Esta opinión sobre el aumento de la delincuencia, representa la más alta reportada por las encuestas de opinión de la última década. También existe la percepción entre un importante segmento de la población que la criminalidad organizada está ganando terreno en el país. El 43.7 por ciento piensa que la presencia del narcotráfico ha aumentado en comparación con al año pasado, el 35.9 por ciento opina que siguió igual, mientras que el 11.8 por ciento considera que disminuyó. El 8.6 por ciento no respondió a la pregunta”.
Habría que agregar no solo la inseguridad de los espacios públicos físicamente considerados (parques, mercados etc.) sino también la inseguridad y la incertidumbre en los espacios virtuales como las redes sociales y los cada vez más populares medios de comunicación digital. La sensación de miedo e inseguridad llegó a las redes sociales y ya están llenas de advertencias, de imágenes de violencia, de sensacionalismo y dan la impresión que todo es conflicto y luchas. Mucha gente implementa medidas como ya no ver la tele, no leer los diarios, no escuchar noticias por radio; no quieren saber del tuiter, del facebook, (sobretodo porque la delincuencia usa las redes para obtener información de sus posibles víctimas) para no aumentar su propia mal vivencia de la realidad ¿Quién quiere ver, oír o leer un tuit acerca de un robo al interior de un bus, si tal vez ella misma ya ha sido víctima de tal delito? Para qué sufrir dos o tres veces el mismo estrés, las mismas imágenes y notas rojas están en los diferentes medios de comunicación social hora tras hora día con día y sí los sigues en las redes sociales te actualizan y reactualizan ¡cada minuto! En mi propósito la realidad me contradice y los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información magnifican el asunto.
*Colaborador de ContraPunto.
Moisés Gómez (*)
SAN SALVADOR-Desde hace muchos años tengo la costumbre de proponerme cumplir un propósito bastante fácil de redactar pero no tan fácil de llevarlo a la realidad. El propósito es no dejar que el miedo me gane la voluntad. Me refiero concretamente a vivir la vida como si este fuera un país que celebra la vida, que da oportunidades para cada uno de los más de 300 habitantes por km2 que somos. Quiero salir de casa a trabajar y pensar que volveré con bien a ella a la hora que termine de realizar mis labores. No voy a llenar mi cabeza con pensamientos fatalistas, mucho menos voy a dejar que mis sentidos me engañen cuando vea que un par de muchachos jóvenes con plante de universitarios suban al bus sin pagar su respectivo pasaje.
El hecho que se suban a la unidad y pasen por encima de la máquina para contar pasajeros no debe hacerme sentir inseguro. Me gusta ir al parque de las colonias Centroamérica, Miramonte, Toluca y Atlacatl y sólo porque el año pasado me abrieron el carro (en el de la Miramonte) y robaron las herramientas para reparar llantas, un viejo radio y una hielera no significa que siempre será así; por lo tanto este año iré a jugar basquetbol como lo he hecho una vez a la semana cada vez que puedo. Sé que este año no iré a darle mi más sentido pésame por la pérdida irreparable, a manos de la vorágine y epidémica ola de asesinatos, a ningún familiar o conocido de mis parientes cercanos, vecinos o compañeros de trabajo. Espero que tampoco nadie me llore (sería patético).
Voy a asumir que somos una sociedad que se comprometió a vivir en paz hace ya 20 años y que si fuimos capaces de dialogar entre dos bandos con ideologías tan antagónicas, hoy esta generación será capaz de reconocer que los jóvenes pandilleros son la punta del iceberg, son los síntomas de una sociedad cuyo diagnóstico fatal ya lo sabemos pero no queremos asumir los costos del tratamiento; ellos tienen una demanda que quizá no hemos escuchado y/o entendido bien lo que nos tienen que decir con su comportamiento social. No hay diálogo sino un monólogo y una sordera intencional que nos afecta a todos: personas, comunidades, iglesias, empresas privadas e instituciones estatales. Pero tengo la firme convicción que este año será diferente. Es obvio que no todos pensamos así. La UCA como parte de su proyección social y a través del IUDOP desde hace más de 25 años se ha dado a la ingente y difícil tarea de interpretar la percepción de la realidad social, por ejemplo, en el Boletín de prensa año XXIV n° 5 “La victimización y la percepción de inseguridad en El Salvador en 2009” nos decía en resumen: “La encuesta del IUDOP preguntó también sobre el sentimiento de inseguridad en diversos lugares donde transcurre la cotidianidad de la gente. Al respecto, a excepción del propio hogar, el resto de lugares por los que se consultó son considerados inseguros por más de la mitad de la gente. Los sitios donde la gente declaró sentirse más insegura son el bus (90 por ciento), el mercado (80.5 por ciento), las plazas públicas y parques (78 por ciento) y el centro de la ciudad donde vive (67.1 por ciento). En otras palabras, los lugares donde la gente experimenta mayor desprotección frente a la delincuencia son los espacios públicos; sin embargo uno de cada tres personas dijo sentirse insegura en su propia casa.” Dos años después la cosa está de mal en peor. El mismo Instituto en su Boletín Año XXVI N° 2 revela que los resultados de la encuesta para conocer como Los salvadoreños y salvadoreñas evalúan la situación del país a finales de 2011 y opinan sobre las elecciones de 2012 concluye que: “Al pesimismo sobre la situación económica, se suma la elevada preocupación de los ciudadanos y ciudadanas por el aumento de la criminalidad. Al ser consultados sobre la delincuencia en 2011, el 76.4 por ciento piensa que aumentó, el 18.3 por ciento opina que siguió igual, mientras que sólo el 5.3 por ciento de los ciudadanos considera que el crimen disminuyó en 2011. Esta opinión sobre el aumento de la delincuencia, representa la más alta reportada por las encuestas de opinión de la última década. También existe la percepción entre un importante segmento de la población que la criminalidad organizada está ganando terreno en el país. El 43.7 por ciento piensa que la presencia del narcotráfico ha aumentado en comparación con al año pasado, el 35.9 por ciento opina que siguió igual, mientras que el 11.8 por ciento considera que disminuyó. El 8.6 por ciento no respondió a la pregunta”.
Habría que agregar no solo la inseguridad de los espacios públicos físicamente considerados (parques, mercados etc.) sino también la inseguridad y la incertidumbre en los espacios virtuales como las redes sociales y los cada vez más populares medios de comunicación digital. La sensación de miedo e inseguridad llegó a las redes sociales y ya están llenas de advertencias, de imágenes de violencia, de sensacionalismo y dan la impresión que todo es conflicto y luchas. Mucha gente implementa medidas como ya no ver la tele, no leer los diarios, no escuchar noticias por radio; no quieren saber del tuiter, del facebook, (sobretodo porque la delincuencia usa las redes para obtener información de sus posibles víctimas) para no aumentar su propia mal vivencia de la realidad ¿Quién quiere ver, oír o leer un tuit acerca de un robo al interior de un bus, si tal vez ella misma ya ha sido víctima de tal delito? Para qué sufrir dos o tres veces el mismo estrés, las mismas imágenes y notas rojas están en los diferentes medios de comunicación social hora tras hora día con día y sí los sigues en las redes sociales te actualizan y reactualizan ¡cada minuto! En mi propósito la realidad me contradice y los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información magnifican el asunto.
*Colaborador de ContraPunto.
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