Freud y el mito de Moisés.
Moisés y la religión monoteísta fue lo último que escribió Freud, lo terminó en el exilio de Londres, ya tenía 82 años.
Lo constituyen tres ensayos: 1- Moisés, egipcio. 2- Si Moisés era egipcio. 3- Moisés su pueblo y la religión monoteísta.
Para el pueblo judío Moisés fue libertador, legislador y fundador de su religión. Freud se pregunta si fue un personaje histórico o una creación de leyenda. Para la mayoría de los historiadores de esa época, Moisés vivió realmente y el éxodo de Egipto tuvo lugar en efecto.
También se detiene en el nombre, que como se sabe significaría el que fue sacado de las aguas para la tradición hebrea. Freud sostiene que Moisés fue egipcio y el nombre también. De ninguna manera es hebreo y recuerda un trabajo de Otto Rank escrito por influencia suya sobre El mito del nacimiento del héroe, donde sistematiza los rasgos esenciales para reconstruir una "leyenda tipo" que sería común encontrarla en casi todas las civilizaciones importantes.
Otto Rank observó que los rasgos esenciales de esas leyendas son:
1. El héroe es hijo de ilustrísimos padres, casi siempre hijo de reyes.
2. El oráculo advierte antes que nazca el héroe sobre la amenaza de la seguridad del padre.
3. Una vez nacido, el padre lo abandona o lo condena a la muerte.
4. Después es salvado por animales o por gente humilde, quienes lo amamantan.
5. Una vez adulto se encuentra con la familia de alta alcurnia y se venga de su padre. Luego viene la gloria.
El mito más antiguo que se conoce con estas características es el de Sargón de Agade, fundador de Babilonia. En el caso de Moisés la cuestión es distinta, su familia originaria no es noble sino modesta, judía levita, es decir marginal en ese lugar y época; la otra familia es real y la princesa lo cría como hijo propio hasta que en la adultez fuera un noble egipcio, que saliera con su pueblo de origen en búsqueda del padre.
El nombre, concluye Freud, proviene del léxico egipcio y lo demuestra. Moisés fue un egipcio que un pueblo entero necesitaba transformar en judío. Además todos los historiadores concuerdan en que no sólo fue un conductor político de los judíos radicados en Egipto sino también un legislador que les impuso el culto de una nueva religión.
En la religión egipcia existían muchas divinidades de diversas jerarquías y orígenes, en cambio la religión mosaica (la de Moisés), propone un solo dios, único, todopoderoso e inaccesible; o sea el más absoluto monoteísmo. Un Dios que dicta leyes y hay que cumplirlas.
La religión -dice Freud- que Moisés le dio al pueblo judío fue una religión egipcia, aunque no la religión egipcia. Asimismo introdujo entre ellos la costumbre de la circuncisión.
La tradición bíblica es contradictoria al respecto, dice por un lado que esa costumbre viene de la época de los patriarcas y que es un signo del pacto entre Dios y Abraham, y en otro lugar se lee que Dios descargó su ira sobre Moisés por haber descuidado la práctica sagrada, queriendo matarlo por ello, pero su mujer lo salvó de la cólera divina, efectuando ella rápidamente la operación.
Este tema tiene extremada importancia para Freud y recurre a la historia para seguir investigando, y recurre al padre de la historia: Herodoto. Éste afirma que la costumbre de la circuncisión existía en Egipto desde mucho tiempo atrás y que esto se pudo demostrar por los exámenes de momias y por pinturas de murales, fue una práctica general del pueblo egipcio y aceptemos -continúa Freud- que Moisés era un judío que quiso libertar a sus compatriotas de la esclavitud, para conducirlos fuera del país, a una existencia nacional independiente y autónoma.
La imposición del precepto de la circuncisión nos dice que no era judío sino egipcio y su religión también era egipcia, pero no cualquier religión, sino la de Aton. Aquí Freud se detiene y profundiza sobre un antiquísimo dios solar llamado Atum o Aton y sobre un faraón: Amenhotep que luego cambió su nombre por Ikhnaton y produjo importantes y renovados cambios en la época del imperio egipcio, teniendo que luchar contra la creencia religiosa tradicional.
Tanto Moisés como Ikhnaton se caracterizaron por su despotismo y la colerización de sus temperamentos. Las sublevaciones contra la autoridad -que fueron muchas- fueron castigadas sangrientamente, esto se ve tanto en la peregrinación por el desierto como en todo el reinado del faraón en cuestión. El destino de ambos fue el de todos los déspotas, dice Freud, el asesinato a manos de aquellos a los cuales oprimía.
En esto menciona a un notable historiador: Sellin, quien descubre el asesinato de Moisés por alusiones contenidas en los libros de los profetas, aunque -dice Freud- el pobre pueblo judío, que con su acostumbrada tozudez siguió negando el parricidio, tuvo que expiar amargamente esa actitud en el curso de los tiempos. Relaciona aquí los trabajos de Carlos Darwin (la horda primitiva), con los de Atkinson (la rebelión de los hijos, matando y comiéndose al padre) y siguiendo a Robertson Smith elabora en Totem y Tabú, el comienzo de la exogamia, articulando el reprimido banquete totémico con la comunión cristiana.
Al final del trabajo Freud se pregunta por qué el monoteísmo se aferró con tal tenacidad. Se responde diciendo que el destino enfrentó al pueblo judío con la criminal hazaña de los tiempos primitivos -el parricidio- imponiéndosele su repetición en la persona de Moisés, una indiscutida figura paterna.
Lo constituyen tres ensayos: 1- Moisés, egipcio. 2- Si Moisés era egipcio. 3- Moisés su pueblo y la religión monoteísta.
Para el pueblo judío Moisés fue libertador, legislador y fundador de su religión. Freud se pregunta si fue un personaje histórico o una creación de leyenda. Para la mayoría de los historiadores de esa época, Moisés vivió realmente y el éxodo de Egipto tuvo lugar en efecto.
También se detiene en el nombre, que como se sabe significaría el que fue sacado de las aguas para la tradición hebrea. Freud sostiene que Moisés fue egipcio y el nombre también. De ninguna manera es hebreo y recuerda un trabajo de Otto Rank escrito por influencia suya sobre El mito del nacimiento del héroe, donde sistematiza los rasgos esenciales para reconstruir una "leyenda tipo" que sería común encontrarla en casi todas las civilizaciones importantes.
Otto Rank observó que los rasgos esenciales de esas leyendas son:
1. El héroe es hijo de ilustrísimos padres, casi siempre hijo de reyes.
2. El oráculo advierte antes que nazca el héroe sobre la amenaza de la seguridad del padre.
3. Una vez nacido, el padre lo abandona o lo condena a la muerte.
4. Después es salvado por animales o por gente humilde, quienes lo amamantan.
5. Una vez adulto se encuentra con la familia de alta alcurnia y se venga de su padre. Luego viene la gloria.
El mito más antiguo que se conoce con estas características es el de Sargón de Agade, fundador de Babilonia. En el caso de Moisés la cuestión es distinta, su familia originaria no es noble sino modesta, judía levita, es decir marginal en ese lugar y época; la otra familia es real y la princesa lo cría como hijo propio hasta que en la adultez fuera un noble egipcio, que saliera con su pueblo de origen en búsqueda del padre.
El nombre, concluye Freud, proviene del léxico egipcio y lo demuestra. Moisés fue un egipcio que un pueblo entero necesitaba transformar en judío. Además todos los historiadores concuerdan en que no sólo fue un conductor político de los judíos radicados en Egipto sino también un legislador que les impuso el culto de una nueva religión.
En la religión egipcia existían muchas divinidades de diversas jerarquías y orígenes, en cambio la religión mosaica (la de Moisés), propone un solo dios, único, todopoderoso e inaccesible; o sea el más absoluto monoteísmo. Un Dios que dicta leyes y hay que cumplirlas.
La religión -dice Freud- que Moisés le dio al pueblo judío fue una religión egipcia, aunque no la religión egipcia. Asimismo introdujo entre ellos la costumbre de la circuncisión.
La tradición bíblica es contradictoria al respecto, dice por un lado que esa costumbre viene de la época de los patriarcas y que es un signo del pacto entre Dios y Abraham, y en otro lugar se lee que Dios descargó su ira sobre Moisés por haber descuidado la práctica sagrada, queriendo matarlo por ello, pero su mujer lo salvó de la cólera divina, efectuando ella rápidamente la operación.
Este tema tiene extremada importancia para Freud y recurre a la historia para seguir investigando, y recurre al padre de la historia: Herodoto. Éste afirma que la costumbre de la circuncisión existía en Egipto desde mucho tiempo atrás y que esto se pudo demostrar por los exámenes de momias y por pinturas de murales, fue una práctica general del pueblo egipcio y aceptemos -continúa Freud- que Moisés era un judío que quiso libertar a sus compatriotas de la esclavitud, para conducirlos fuera del país, a una existencia nacional independiente y autónoma.
La imposición del precepto de la circuncisión nos dice que no era judío sino egipcio y su religión también era egipcia, pero no cualquier religión, sino la de Aton. Aquí Freud se detiene y profundiza sobre un antiquísimo dios solar llamado Atum o Aton y sobre un faraón: Amenhotep que luego cambió su nombre por Ikhnaton y produjo importantes y renovados cambios en la época del imperio egipcio, teniendo que luchar contra la creencia religiosa tradicional.
Tanto Moisés como Ikhnaton se caracterizaron por su despotismo y la colerización de sus temperamentos. Las sublevaciones contra la autoridad -que fueron muchas- fueron castigadas sangrientamente, esto se ve tanto en la peregrinación por el desierto como en todo el reinado del faraón en cuestión. El destino de ambos fue el de todos los déspotas, dice Freud, el asesinato a manos de aquellos a los cuales oprimía.
En esto menciona a un notable historiador: Sellin, quien descubre el asesinato de Moisés por alusiones contenidas en los libros de los profetas, aunque -dice Freud- el pobre pueblo judío, que con su acostumbrada tozudez siguió negando el parricidio, tuvo que expiar amargamente esa actitud en el curso de los tiempos. Relaciona aquí los trabajos de Carlos Darwin (la horda primitiva), con los de Atkinson (la rebelión de los hijos, matando y comiéndose al padre) y siguiendo a Robertson Smith elabora en Totem y Tabú, el comienzo de la exogamia, articulando el reprimido banquete totémico con la comunión cristiana.
Al final del trabajo Freud se pregunta por qué el monoteísmo se aferró con tal tenacidad. Se responde diciendo que el destino enfrentó al pueblo judío con la criminal hazaña de los tiempos primitivos -el parricidio- imponiéndosele su repetición en la persona de Moisés, una indiscutida figura paterna.
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