economía ¿para qué?
Necedad de mantener dogmas: cuando la política está en función de la economía.*
Recientemente nuestro flamante ministro de economía declaró en una columna de un matutino (EDH,14-10-08) que volvamos a entender el capitalismo. Es muy importante conocer lo que piensan nuestras autoridades en materia económica sobre la crisis financiera mundial, ello nos indica hacia donde podría ir nuestra realidad económica. Pues bien, él sostiene tres argumentos con los que muestra que la crisis financiera internacional es producto de una tardía intervención del Estado por lo tanto no es que sea el capitalismo como tal el que está haciendo aguas, en otras palabras ¡la crisis no es del capitalismo sino del Estado!
El primer argumento que desarrolla apela al riesgo moral que tiene que ver con que “…en el contexto financiero, la existencia de riesgo moral se origina en la creencia por parte de los prestatarios y prestamistas que si algo malo pasa, los gobiernos saldrán al rescate”. El segundo argumento tiene que ver con la falta de información que se visualiza en “…la complejidad de la arquitectura financiera internacional impedía conocer todos los riesgos que se estaban generando”. El tercer argumento es el recurrir a Adam Smith (1723-1790) quien sostenía, según nuestro Sr. Ministro, “el importante papel de un Estado en un sistema capitalista. El fomento de la competencia, la satisfacción de las necesidades básicas de la población, garantizar el ordenamiento jurídico, la corrección de fallas del mercado, son los más importantes deberes de un Estado en un sistema capitalista”.
Trataré de refutar tales argumentos. En primer lugar la cuestión del riesgo moral: ya se sabe hasta la saciedad el cinismo del capitalismo en su estadio actual, Zizek en El sublime objeto de la ideología (1989) lo ha dicho muy bien: “este cinismo no es una posición directa de inmoralidad, es antes bien la moralidad puesta al servicio de la inmoralidad; el modelo de sabiduría cínica es concebir la probidad, la integridad como forma suprema de deshonestidad; la moral como forma suprema del libertinaje, la verdad como la forma más efectiva de mentira”.
Hay que decirlo así los grandes emporios en la economía financiera a nivel global saben lo que hacen y saben del riesgo pero aun así lo hacen porque ya sus cálculos les indican de un paracaídas, de un colchón puesto ahí estratégicamente: el día que el Estado no pueda hacer ni esto ese día los sumos sacerdotes del capitalismo mundial lo liquidarán tal como hacen con las empresas no rentables.
Por otra parte, es demás sabido que desde hace ya bastante que se quebró esa distinción fundamental en un Estado moderno que consistía en la relación entre política y economía. La política siempre ha estado sobre la economía pero actualmente el capitalismo se ha encargado de imponer la economía a todo ámbito y desde lo político poco o nada se logra si no es con la venia de la razón económica. Más adelante volveremos sobre este punto.
También podemos recurrir a A. Smith que en su Riqueza de las naciones (1776) para fundamentar esta no intervención del Estado en el mercado, acuñó el concepto de “la mano invisible” para referirse a la competencia perfecta que es el mecanismo natural que vela por promover el bienestar público y cualquier intervención en el mercado por parte del Estado únicamente puede interrumpir el accionar de esa mano invisible y generar más daño que bien.
El gobierno practica un laissez-faire para favorecer este mecanismo natural. Lo que vemos en esta crisis es algo previsible dentro de la manera de buscar el bien individual a toda costa.
Con relación al argumento de que el Estado es culpable por no dar la información suficiente a los inversionistas que por ello han fracasado, hay que decir que ya el mismo Hayek (1899-1992) ha demostrado que es un error de lo que él denomina el constructivismo racionalista el pretender llegar a conocer los datos objetivos de nuestro mundo tan dinámico: “tan sólo en los tipos más simples de organización resulta concebible que todos los detalles de las actividades pueden ser determinados por una mente única” (Derecho, legislación y libertad. Madrid, 1978, p.83) entonces vemos que los mismos liberales y neoliberales reconocen que es imposible conocer con detalle lo que ocurre en nuestro mundo tan complejo, porqué achacarle al gobierno por una falta como esa si nadie puede conocer tal cantidad de información como la que podría haber salvaguardado a los especuladores financieros en su afán codicioso y desmedido.
Con respecto al tercer argumento sobre el rol del gobierno según A. Smith; veamos por qué no funciona así: vemos en la práctica actual que el ejercicio de gobierno en un Estado se ha visto constantemente mermado en la medida que se ha desvinculado de la política la economía, la tarea primordial de la política, es decir, delimitar bien los marcos jurídicos, sociales y ecológicos dentro de los cuales la actividad económica es posible y legítima desde el punto de vista de la sociedad se ha sustraído de ella, se ha enajenado o en otras palabras el mercado mundial ha desplazado y desalojado al quehacer político.
Al anular la política de la economía nos vemos en un callejón sin salida en el que sólo una redemocratización en la que nos neguemos a que no nos guíe el mercado y donde la primacía de la política en el campo social y económico sea rectora de la sociedad y no una perversa mano invisible que ha demostrado que sólo aparece para favorecer a los que más ganan. Las constantes crisis del capitalismo mundial solo nos están indicando la necesidad de una nueva sociedad en la que la riqueza sea distribuida más equitativamente y en la que la desigualdad ceda paso a la justicia social. Desde el libre mercado las inequidades solo se maximizan. Que pena que nuestro ministro de economía solo pueda recertarnos más mercado, más capitalismo cuando el tal sistema se hunde cual Titanic.
Lic. Moisés Gómez
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