Lectura de las diversas versiones de Prometeo

Comentario
Hoy vamos a compartir con nuestros lectores un breve análisis de tres versiones de Prometeo todas ellas con muchos elementos que caracterizan la modernidad nuestra.
Para comenzar el Prometeo que nos presenta Esquilo es un titan que ha traicionado a Zeus al convertirse en amigo de los hombres. Su destino está sellado: es condenado a ser encadenado a una roca y ahí es torturado cada día de su vida por el águila que le come su hígado el cual se regenera cada noche. Este es un Prometeo al cual las moiras ya lo han marcado y es inevitable su destino ya que haga lo que haga ha perdido el favor de los dioses y nada ni nadie puede salvarlo. No podía ser de otra manera siendo Esquilo el creador de este Prometeo, sus tragedias reflejan el temor a los dioses por parte de Esquilo. Los personajes de sus obras se mueven según los designios de este dios del Olimpo, y por una aguda fatalidad. Fatalidad que se observa en la imposibilidad del Prometeo de evitar el castigo divino. Para Esquilo es imposible burlar a los dioses. Sin embargo es de admirar que Esquilo conserve un carácter de autentica rebeldía en su Prometeo, éste no está dispuesto a ceder ante la presión de los dioses que le piden que se arrepienta de su acto y tal vez así Zeus se apiade de él. En términos beligerantes diríamos que es un dios titán caído pero no vencido, que ha perdido una batalla pero no la guerra. En Esquilo Prometeo nunca cede y se mantiene fiel a sí mismo antes que doblar sus rodillas ante otro igual que él: “con soberbia se enfrenta a los soberbios” . Aun el carácter religioso radical de Esquilo no puede obviar la injusticia a la que es sometido Prometeo quien siendo un dios titán sufre como si no lo fuera. La lección de Esquilo sería ¿y qué pasaría si fuera un humano el que desobedeciera a los dioses?
El Prometeo de Goethe en cambio ya no refleja la lucha entre dioses sino la lucha entre un dios que se hace hombre y lucha contra los dioses. Es un Prometeo que se cree más hombre que dios. Este Prometeo en tanto que dios se parece más a la historia del dios cristiano que se hace hombre y asume la humanidad para redimirla y para que se haga cargo de su destino luego del pecado original. Goethe está retomando la lectura de este mito ya desde un horizonte de elementos judeo-cristianos: se trata de un dios que deja su aposento celestial, que es amigo y desea emancipar la humanidad de su pecado. Por otra parte, es la humanidad reafirmándose ante los poderes divinos que nada hacen a favor de la misma. Según el Prometeo de Goethe todo lo que el ser humano tiene se lo ha hecho él mismo sin ayuda de nadie, además piensa que son incapaces de robar a los dioses y que pueden por sí mismos proteger sus propiedades y por lo tanto ¿qué derecho podrían alegar sobre mis energías esos soberbios moradores del Olimpo? Se trata de un Prometeo como homo faber como hombre que se construye su destino y no hay quien fuera de él que le indique cómo construirse a sí mismo, todo lo que pueda llegar a ser depende de sí mismo. De aquí surge la hybris como faustum esto es, como orgullo y soberbia y por eso desata la furia de Zeus quien no concibe que Prometeo se dedique a: “plasmo a hombres a semejanza mía, una raza igual a mí, para que padezca, llore y goce y se alegre sin hacer caso alguno de ti”. Goethe en su ideal humanístico no concibe al ser humano subyugado a divinidad alguna porque piensa que el hombre está llamado a ser dios, lo lleva inscrito en su corazón y de ahí que su imagen prometeica caiga en la hybris del orgullo y la soberbia, con la salvedad que ya no es la soberbia del Prometeo de Esquilo que no se doblega ante otro dios soberbio como Zeus, la soberbia del Prometeo de Goethe es la de querer ser igual que dios, es el desafío humano de ignorar las divinidades celestiales porque no las necesita para nada, ya que todo lo que necesita para vivir se lo puede hacer a sí mismo en tanto y en cuanto es homo faber.
El Prometeo de Marx es totalmente original y rompe con toda anterior lectura del mito clásico. Según Hinkelammert: “lo que Marx hace –en nombre de Prometeo- es un discernimiento de los dioses. Ninguna figura de Prometeo anterior hace eso. Marx distingue entre dioses falsos y dioses de verdad. Los dioses falsos son aquellos, que no reconocen la autoconciencia humana como divinidad suprema. Los dioses de verdad de verdad sí la reconocen como tal. Este discernimiento no tiene nada de griego. Es el conflicto de la tradición judía entre los ídolos y Dios.” Este Prometeo es un autentico rebelde, en clase hablamos de un carácter “luciférico” para entender esta rebeldía. En términos cristianos el carácter luciférico se asocia a Jesús en tanto que Dios emana de la acción humana. Hinkelammert sostiene que: “…es un marco sumamente crítico. Destituye al Dios de la ley, por lo tanto de la autoridad. Le quita a la ley su carácter de última instancia, instituye al ser humano como sujeto soberano frente a la ley e interpreta la historia a partir de su destino: la liberación humana definitiva en la tierra sin árbol prohibido, es decir, sin leyes. Por eso este cristianismo emergente es rebelión del sujeto”. En otras palabras se trata de un Prometeo rebelde que lucha ya no solo contra los poderes divinos celestes sino que su lucha se extiende contra los falsos ídolos y poderes terrestres que también oprimen al ser humano al reducirlo a mera mercancía. El Prometeo de Marx se enfrenta a la idolatría porque está convencido que todo el mundo religioso se levanta sobre una base terrenal y que sobre ella hay que realizar una especie de discernimiento de los dioses y así deducir si, efectivamente, se trata de dioses que reconocen la autoconciencia humana o si son falsos en tanto y en cuanto no reconocen la autoconciencia humana como divinidad suprema.


Moisés Gómez
San Salvador febrero 2008

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